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Las Dietas

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Desengañémonos de una vez por todas!. ¿Por qué seguimos creyendo que las dietas hipocalóricas nos ayudan a adelgazar a largo plazo cuando hemos comprobado una y otra vez que nada más finalizar la dieta volvemos a recuperar el peso y el volumen perdido? ¿Por qué estamos convencidos que sólo pasando hambre podemos lucir una figura esbelta?

En primer lugar, las dietas hipocalóricas hacen perder cantidades importantes de músculo. Y son precisamente los músculos los que utilizan más energía. Si decrece la masa muscular decrece el metabolismo. Es decir, una persona con mayor masa muscular que otra gasta más calorías que la otra en estado de reposo. Por lo tanto, nos interesa aumentar la cantidad de tejido muscular y disminuir la de tejido adiposo, justamente lo contrario de lo que se obtiene con las dietas bajas en calorías. Además, una vez que perdemos músculo es muy difícil recuperarlo, incluso con un riguroso programa de ejercicio físico. Y no olvidemos que el músculo pesa más que la grasa, por lo que más nos valdría deshacernos de la básculas... Otra falacia que oímos frecuentemente es que con seguir una dieta es suficiente para adelgazar, que no necesitamos hacer ejercicio. Lo que no nos dicen es, que si los músculos no se usan, la glucosa extra se almacenará en el tejido adiposo, en lugar de almacenarse en los músculos en forma de glucógeno (de dónde los músculos obtienen la energía). Los músculos inactivos se hacen resistentes a la insulina (hormona que controla el almacenamiento de glucosa en los diferentes tejidos), con lo que la glucosa se convertirá en grasa. Evidentemente la pérdida de músculo se acentúa bajo una dieta hipocalórica ya que si el cuerpo no está recibiendo suficientes alimentos, y además observa que los músculos no se están usando entonces decidirá sabiamente deshacerse de ellos para disminuir el gasto energético, ya que como he comentado, los músculos son los que tienen el mayor gasto energético. El universo se basa en la ley de la economía de la energía: lo que ya no es útil tiene que desaparecer. 

De hecho las dietas que restringen calorías son perjudiciales para la salud, ya que provocan importantes desequilibrios hormonales. El organismo al no recibir la cantidad de alimento que necesita genera una señal de stress, lo que se traduce en una elevada producción de cortisol (la hormona del stress). Durante nuestra evolución el papel de esta hormona fue detectar situaciones de alarma que amenazaban la vida, por ejemplo, el ataque de un animal salvaje, y nos preparaba para huir o para luchar. Por tanto, las hormonas del stress están pensadas para situaciones puntuales como mecanismos de defensa, no para estar produciéndose constantemente (como ocurre en nuestra sociedad moderna). El resultado de este estado de stress continuo conduce inexorablemente a que las glándulas suprarrenales se queden exhaustas y no sean ya capaces de producir cortisol en las cantidades necesarias, lo que nos deja cansados y sin energía. La hormona cortisol es una de las más importantes, ya que regula la producción del resto de hormonas, entre las que se encuentran las hormonas tiroideas (el hipotiroidismo tan común hoy en día entre las mujeres se debe la mayoría de las veces a una producción insuficiente de cortisol). Ni que decir tiene que las peligrosas dietas yo-yo, dietas intermitentes en las que perdemos peso y lo volvemos a ganar, causan estragos en nuestro cuerpo.

Otro efecto pernicioso provocado por niveles altos de cortisol (además de debilitar las glándulas suprarrenales como acabo de explicar) es la supresión del sistema inmunológico, lo cual deja vía libre a toda clase de virus y bacterias para que penetren en nuestro cuerpo.

Tampoco podemos pasar por alto que cuando comemos menos cantidad de la que necesaria nuestro cuerpo deduce que estamos pasando por un periodo de escasez de alimentos, y por tanto, cuando volvamos a comer normalmente, los mecanismos de supervivencia que se han ido desarrollando a lo largo de la evolución de la especie humana nos harán engordar irremediablemente, ya que almacenaremos todo lo que comamos como grasa de reserva para evitar la inanición en caso de que volvamos a pasar por otro periodo de hambruna (algo corriente entre nuestros ancestros, y que hoy en día sería comparable a las dietas de adelgazamiento).

Por último, no olvidemos que con las dietas hipocalóricas, o cuando nos saltamos una comida (aunque sólo sea una,) el cuerpo incrementa la producción de enzimas lipogénicas (almacenan grasa) y decrementa la de enzimas lipolíticas (queman grasa). ¡Justamente el efecto contrario al esperado!

 

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